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Tres generaciones hechizadas por la musica |

Hiroko Ebihara
Por Hiroko Ebihara
28 septiembre, 2010, artículo retomado del blog de Ramón Chao.
Chao, periodista que se alegra más por el premio ganado en un concurso de la radio cubana que por el título de Caballero de las Artes y las Letras concedido por el gobierno francés. Compañero de Ignacio Ramonet, uno de los altermundialistas más conocidos del mundo. Gran amigo de Gabriel García Márquez, ganador del Premio Nobel de la literatura. Padre de Manu Chao, músico cuyos seguidores le esperan por todo el mundo. Son distintas caras que nos muestra Ramón Chao, escritor español afincado en Francia. Todavía nos falta una para presentar; la de músico. La verdad es que el piano es lo que trajo al joven Chao a Paris, capital francesa donde ha vivido hasta hoy. Cuando estuvo de visita en Barcelona, fui a hacerle una entrevista sobre la música. Lo que salió de su boca, en un español de las tierra gallegas, iba mucho más lejos de lo que esperaba yo. Fue una historia de padre e hijo impulsados por la pasión por la música que transcurre a lo largo de tres generaciones.

- Ramón, hoy me gustaría que habláramos de música, te parece bien?

- Me parece muy buen tema. De verdad en este mundo no hay cosa mejor que la música.

- Estoy totalmente de acuerdo contigo. A ver, ¿porque empezaste a aprender el piano de tan pequeño? Si no me equivoco, cuando tenías seis años, la gente te conocía como niño prodigio del piano, no?

- Mi padre me obligó a estudiar piano desde que me pude sentar ante un teclado. Él había nacido en Galicia, pero cuando tenía unos 16 años se fue a Cuba y allí se quedó unos 10 años. Trabajaba de jefe de claque del teatro nacional de La Habana. Rompía en aplausos cuando quería ovaciones para los artistas. Así regresó a Galicia con un terrible amor a la ópera y a la zarzuela española. Tuvo seis hijos y desde que nació el primero, lo puso a tocar el piano sin resultados satisfactorios. La segunda y el tercero tampoco, así llegó hasta el sexto y último, que era yo. Conmigo se encarnizó de un modo terrible. Lo hizo de una forma muy desagradable: sobornando a los profesores. Era la época del hambre en España. Pero como él tenía un hotel, podía conseguir alimentos y compraba a los profesores con regalos como jamón, chorizos…etc. Al fabricarme así, con trampas, yo no sabía si tocaba bien o me daban buenas notas porque mi padre compraba a los profesores. Y así es mi vida, que ahora no comprendo que se lean mis novelas, por ejemplo, pues creo que mi padre me enseñó a engañar a la gente.

- Pero tú con unos diez años diste tu primer recital, después conseguiste la beca del Ayuntamiento de tu pueblo para ir a Madrid a estudiar el piano y luego fuiste a París con una beca estatal. Todo el mundo estaba de acuerdo en que tocabas bien, no?

- Bueno, yo tocaba para los ministros y para el director del museo del Prado, pero eran unos franquistas ignorantes y se quedaban embobados con mi piano, pero yo no podía creérmelo nunca. Antes de ir a París, fui a ver a Joaquín Rodrigo (el autor del Concierto de Aranjuez) quien me recomendó al mejor profesor de París y del mundo, Lazare Lévy, que era muy caro. Me dió unas cuantas clases, pero yo seguía sin ver porvenir en la música y lo quería dejar todo. Entonces busqué una excusa y le dije a mi maestro: No puedo seguir porque no tengo dinero”. Me contestó “Es igual; te daré clases gratis” Me hizo ver que era muy buen pianista.

- Pues si eras tan bueno, por qué querías dejarlo?

- Mira, porque yo no veía la posibilidad y luego, porque yo no quería darle tal placer a mi padre. Yo lo odiaba. Conmigo mi padre hizo muchas trampas, e incluso mandaba regalos a mis profesores a París, incluso a Lazare-Lévy. De modo que pensé que éste me quería guardar para no perder los jamones… La verdad es que ahora pienso que tocaba bien. Pero he pasado muchas angustias. Incluso pensaba en cortarme dos o tres dedos.

- ¡Ostras¡ ¿Estabas tan obsesionado?

- Porque era terrible la presión de mi padre.

- ¿Nunca te sentías a gusto tocando el piano ni te gustaba la música?

- Nada, nada, nada. Yo odiaba la música. La pasé muy mal, una juventud y una adolescencia muy dolorosas. Después, en París me puse a trabajar de profesor de español y luego de piano, hasta que por casualidad en un periódico vi un anuncio de Radio Nacional de Francia donde buscaban a alguien que supiera español, portugués y música para ilustrar musicalmente los programas. Poner la música adecuada en cada situación. Yo sabía un portugués aproximativo, por el gallego, español también, claro y la música me sirvió para meterme allí. Luego empecé a escribir las críticas musicales y así logré dejar el piano.

- Odiabas la música…pero ahora me dices que la música es lo mejor del mundo. ¿Qué le había pasado a Ramón Chao?

- Pues la creación de Mano Negra. Empezó con una anécdota muy bonita. Despues de simular durante cuatro años que estudiaba piano, me casé y tuve dos hijos. Yo tenía un piano y lo regalé. Un día, la revista española “Triunfo” me mandó hacer una interviú con el gran semiólogo Roland Barthes, que acababa de publicar su libro Sade, Fourrier y Loyola. En su habitación había un piano, y al final de la entrevista le pregunté quién tocaba aquel piano. Así acabamos intepretando a cuatro manos algunas piezas de Schubert, y me di cuenta de que yo tocaba mejor que él. Le conté que hacía quince años que lo había dejado. Él me dijo “Es un error. Porque yo toco todos los días”. Señaló el jardín de Luxemburgo y dijo “En vez de ir a correr como esos tontos que van corriendo por allí, yo hago ejercicios físicos, mentales y musicales tocando el piano”.

Le di entera razón, y al salir de su casa me fuí a buscar un piano. Al cabo de una semana llegó a mi casa un Pleyel magnífico y empecé a tocar. Mis hijos Manu y Antoine, que tenían nueve y siete años respectivamente, se quedaron boquiabiertos.

- ¡Ah¡ ¿Nunca te habían oído tocar el piano?

- Ni siquiera sabían lo que era un piano ni nada. Eran muy pequeños. Yo les dije ¿Queréis aprender? Entonces les enseñé el solfeo y a teclear durante un par de años, hasta que un día mi mujer me dijo por teléfono “Ramón, ten cuidado porque te estás convirtiendo en tu padre. Los niños lloran antes de empezar las clases” …

- ¿No les gustaba el piano?

- No, es que yo era muy exigente.

- ¿Pues contigo ellos sentían lo mismo que tu habías sentido con tu padre?

- Espero que no, porque inmediatamente tomé una decisión. Les dije“Mirad, el piano se acabó pero la música no. ¿Qué instrumento queréis aprender?” Manu me contestó “Yo la guitarra” y Antoine “Yo la batería”. A la semana cada uno tenía su instrumento. Y añadí “pero ahora iréis al conservatorio.” Fueron durante dos años y un día se me presentaron como en una manifestación: “Mira Papá para lo que queremos hacer con la música, no necesitamos seguir en el conservatorio.”

-El tipo de la música que querían hacer era rock.

- Claro, y formaron un grupo. Yo me puse al piano para estudiar lo mio y di bastante de mi tiempo al piano, pero ya como placer. Ahora pujedo decir que Mano Negra la creó el gran Roland Barthes.

- Qué bonita la historia. Hablando de Mano Negra, por si acaso, ¿sabes el origen de su nombre que no está muy claro hasta ahora?

- Existen varias versiones concomitantes. Un día Manu me preguntó si Mano Negra tenía algún significado peyorativo. Le expliqué que así se llamaba una banda de anarquistas andaluces del siglo XIX, y también un grupo de militantes nacionalistas yugoslavos. También le ofrecí una versión gallega: Cuando yo era pequeño, en mi casa me decían “Si no comes caldo, llamaremos al Mano Negra” . Era éste una especie de brujo del pueblo. Los difuntos le daban recados para los vivos. Por la noche él salía para charlar con las ánimas del Purgatorio y predecía el futuro a los vivos.

- Así que el nombre Mano Negra procede de un personaje imaginario de la tierra gallega?

- Exactamente. Te voy a contar otra anécdota. A lo mejor, se me puede aplicar a mí. Cuando ellos empezaban su aventura, un día estábamos con mi madre en Galicia, viéndolos por televisión. Cuando salen Manu y Antoine, pregunté a mi madre “¿Qué te parece?” “Hombre, por lo menos si fuera música buena” . Claro la música que quería era la que le gustaba a mi padre, la que yo tocaba cuando era crío y, como la Bach o Beethoven. Mi pobre madre ya sabía que esa música no era la que su difunto marido quería para mí. Yo estoy casi de acuerdo con ella.

- A ti no te gusta su música?

- Claro que sí. A mi me encanta la música de Manu. Soy su fan. Y a Manu lo quiero mucho porque es tan bueno de corazón como Don Quijote. Además cuando le preguntan por mí dice: ” Mi papá está más loco que yo y es mi maestro de locuras”. Considero que es un gran elogio. Sabes que mi primer tatuaje, símbolo de Mano Negra, me lo hicieron en Colombia, mientras los acompañaba en su gira. Cuando Manu me vio, me dijo “Papá, es que no se te puede dejar solo ni un minuto”.

- !Pobre Manu! Por cierto, Mano Negra se disolvió durante esa gira de que escribiste en tu libro Mano Negra en Colombia: un tren de hielo y fuego, pero Manu acepta tu consejo de seguir con la música. ¿Y tu? sigues tocando piano?

- Mira, no constantemente, pero sí que toco en ciertas ocasiones. Por ejemplo, yo era muy amigo del pintor Antonio Saura. Cuando él hizo una exposición en Palma de Mallorca, yo ofrecí un concierto al mismo tiempo. En el programa quise que se pusiera Ramón Chao, periodista, y no pianista.

- ¿No pianista? Ah, porque así estás más libre de la responsabilidad ¿verdad?

- Quise lanzarme en un ejercicio peligroso. En ese momento yo escribía en el diario El País. Le mandé una crónica de la exposición de Saura y de mi concierto. Yo hacía la crítica de ambos, con los aciertos y los fallos. La verdad es que me salió muy objetiva. Y firmé Ramón Chao.

- ¡Qué bueno¡ Es literalmente autocrítica.

- Si, si. Ahora en octubre el Consejo de Europa me va a hacer un homenaje y pienso en tocar allí unas piezas que tocaba cuando era pequeñito. Así que tengo que practicar, pero es cuestión de unos 15 días . Y después, acompañaré a Wozniak y Manu, porque ellos van a hacer una gira de la exposiciónn ManWoz con los cuadros que pintaron juntos. Yo por mi parte, tocaré el piano.

- ¡Qué ilusión! Te hago la última pregunta para terminar esta entrevista. Qué tipo de música escuchas en casa?

- Sobre todo Mozart y Bach. Para mi son los mejores. Hace unos días salió en Francia la obra completa de Mozart y me la compré. No me quiero morir sin escuchar todo Mozart ni sin volver a leer Don Quijote.

- Ya estás haciendo dos cosas. Qué suerte tienes ¿no?

- Si, señora, pero quiero alargar la lectura y la audición de tantos CD para seguir viviendo, porque estoy teniendo mucha suerte en la vida ¡Y que dure!
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