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MANU CHAO

Fui a Colombia porque tenia miedo
Por Ramón Chao
9 junio, 2010
Estaba previsto que mis dos hijos viajaran en un tren todavía inexistente, por raíles herrumbrosos y entre guerrillas dudosas; que atravesaran el Bajo Magdalena, una de las zonas más peligrosas del planeta, feudo de los alzados, disputado por paramilitares, narcotraficantes, malhechores, secuestrados y asesinos —a menos que todos sean lo mismo.Tenía miedo por ellos. Pri­mero fue a Colombia Antoine, para preparar la infraestructura del trayecto y allí permaneció varios meses. Antoine regresó a París, acuciado por otros proyectos más inmediatos, y a Colombia se fue Manu con buena parte de su grupo «Mano Negra».

Años antes, durante la gira de este grupo por América Latina (en la operación «Cargo 92»), Manu había observado que no había ferro­carriles en Colombia. Quedaban, eso sí, raíles cubiertos de hierba y musgo y estaciones desiertas, pero los omnipotentes trusts de compañías de aviones y de camioneros habían ido suprimiendo el democrático transporte ferroviario. Manu, que es muy tozudo, se empeñó en rehabilitar este medio de transporte, tan necesario para el tejido social y geográfico de cualquier país. Un tren que iría desde Bogotá a Santa Marta, ida y vuelta, parándose en unas diez estaciones y dando conciertos de rock, representaciones de circo, teatrales, y con vina exposición de esculturas heladas.

Yo tenía miedo, repito, se hablaba de raptos, rehenes y muertes en Colombia. Manu allí dando la cara y yo en París tan tranquilo (es un decir), yendo y viniendo a exposiciones, teatros y bibliotecas.

Subí en el tren casi en marcha, con la ilusoria sensación de que, conmigo al lado, a Manu no le podría ocurrir nada.Y pasaron muchas cosas. Primero, el resurgir de nuestro pasado hispanoamericano. Al ver a mi hijo en su salsa, se me confirmaba que algo hay en nuestros genes provenientes de este mundo.
En mi casa me achacan mi propensión a la fábula, pero el apego de mis hijos a la gente y a la música del Nuevo Continente confirma mis sospechas: mi abuelo paterno no es el que figura en mi árbol genealógico oficial, sino Mario García Kholy, ministro del primer presidente de Cuba Tomás Estrada Palma, y luego embajador de ese país en España. Mi abuela se había fugado de Galicia a Cuba, huyendo de su marido pendenciero y borrachín. Se puso de mucama en casa de García Kholy y se lió con él.

En este libro cuento las vicisitudes del viaje en el tren de hielo y de fuego. Así le llamaron porque arrastraba un vagón lleno de blo­ques de hielo para llevar a Aracataca (el pueblo natal de Gabriel García Márquez; recuerden el principio de «Cien años de soledad», cuando el gitano Melquíades les hace descubrir el hielo a los niños de Macondo); y gracias a un sistema infernal iba echando llamaradas de fuego durante el camino. Pero creo que lo más importante, lo que más me afectó sentimentalmente (a parte de las peticiones escritas de los niños colombianos) fue que ahí se dio la ruptura de Mano Negra, ese grupo ya mítico creado por Manu, donde estaban también Antoine y mi sobrino Santi, y que empezó a ensayar en los sótanos de mi casa.

Manu aguantó hasta el final y quedó deshecho. Luego, en otro libro cuento su vuelta a flote después de un viaje iniciático en moto desde París a Compostela, pasando por lugares donde estuvo y predicó Prisciliano, el obispo mártir ejecutado enTréveris y enterrado en Compostela en una tumba atribuida arbitrariamente a Santiago. Para su etapa de solista, para encarar su nueva vida, Manu fue a extraer fuerzas de la tierra y del mar del cabo de Finisterre, donde termina la vieja Europa y se adivina el Nuevo Mundo. En los bares de Camelle y de Muxía empezó a escribir «O bixo do coco», «La vaca loca», «Ya estoy curado»… El resto, ya lo conocen ustedes.

Ramón Chao
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